domingo, 16 de marzo de 2014

REGRESO A LA IGLESIA CATOLICA

El relato de mi regreso a la Iglesia Católica
A las 10:31 AM, por Luis Fernando
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Una lectora me dijo ayer que quería leer la historia de mi reconversión
al catolicismo procedente del protestantismo evangélico. Aunque en
algunos de los posts que he escrito en los años de “Cor ad cor
loquitur” he señalado muchos aspectos de aquel proceso -valga este
ejemplo-, me doy cuenta que nunca he reproducido en este blog
aquello que escribí justo después de mi abandono del protestantismo
en dirección al catolicismo, con un breve pero precioso recorrido-
puente por el cristianismo ortodoxo.
Pues aquí lo tenéis. Son textos escritos hace más de diez años, justo
cuando acababa de abandonar un protestantismo evangélico que había
conformado mi espiritualidad durante la década previa de mi vida, así
que se nota mucho -al menos yo lo noto- determinados tics
protestantes en mi manera de escribir. De hecho, he sonreído no poco
al re-leer algunas frases. Si hoy tuviera que poner de nuevo por escrito
lo que pasó entonces, probablemente puliría muchas cosas, pero estos
textos tienen la ventaja de la frescura del momento. Reflejan la mar de
bien cómo me sentía entonces.
El primer texto -de mayo de 1999- relata mi abandono del
protestantismo camino del cristianismo del primer milenio. Alguna vez
he dicho que tengo alma de uniata. El que quiera saber por qué, ahí
tiene la explicación. Los dos siguientes -octubre y noviembre de 1999-
cuentan mi llegada a la Iglesia Católica. Muchas de las webs
mencionadas no existen ya, así que no intentéis buscarlas:
Ortodoxo por la gracia de Dios
(21-5-99)
…sepas cómo conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del
Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.
(1 Tim 3,15)
y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre
todas las cosas a la Iglesia, LA CUAL es su cuerpo, LA PLENITUD
de Aquel que todo lo llena en todo.
(Ef 1,22-23)
Mucho ha llovido desde que hace 13 años el Señor tuvo a bien
rescatarme del naufragio en que se había convertido mi vida. Tras
una infancia en la que tuve experiencias preciosas con Él, me
había convertido en carne de los depredadores de la Nueva Era y
el ocultismo. Ciertamente el diablo era el león rugiente que había
encontrado una presa a la que devorar (1Pe 5,8). Pero Cristo vino
en mi rescate y me liberó de las fauces del enemigo. Enseguida
encontré una iglesia evangélica en la que congregarme. Poco
después de mi reencuentro con Dios, mi esposa aceptó también al
Señor y juntos emprendimos el camino de ser cristianos
evangélicos en Amistad Cristiana de Madrid. En los 6 años
siguientes tuvimos la bendición de crecer en esa congregación.
Amistad Cristiana era como una pequeña familia donde
encontramos verdadera hermandad. El hombre que era nuestro
pastor, Gregorio Jacob, tuvo que sufrir lo suyo debido a lo borrico
que yo era y a mis dificultades para madurar como cristiano. Sólo
Dios sabe lo mucho que le agradezco a Greg todas las cosas que
hizo por mí y por mi familia. Pero no sólo él sino hermanos como
Flores, Lupita Campos y muchos otros fueron verdaderas
bendiciones del Padre para mi vida. Dios nos permitió ver su
poder en la vida de un hermano muy especial, Miguel, el cual fue
homosexual activo durante muchos años de su vida pero que,
gracias a la redención de Cristo y la santificación del Espíritu
Santo, pudo abandonar ese mundo de miseria y corrupción. Hubo
un tiempo en esos años en el que nuestra casa sirvió de posada
para varios hermanos que estaban en Madrid de paso o para
servir en la Iglesia. Aún nos acordamos de una mujer muy
especial, Elizabeth, que con sólo 3 días de estancia en nuestra casa
nos dejó un aroma de Dios que difícilmente olvidaremos en toda
nuestra vida.
Las cosas empezaron a cambiar cuando yo encontré trabajo en la
sección de mensajería de una empresa de seguridad muy
importante en España. El trabajo era en horario nocturno y seis
días a la semana, a excepción de 4 meses en verano en el que
trabajaba sólo cinco días cada semana. El caso es que se me hacía
muy complicado el dormir bien durante la semana y en domingo
no me era fácil asistir con la familia al culto. Nos fuimos alejando
de la iglesia. Cuando decidimos mudarnos a una población
cercana a Madrid (Getafe), el alejamiento de Amistad Cristiana se
hizo irreversible. Cuando dejé el trabajo y, otra vez viviendo en
Madrid, volvimos a visitar Amistad Cristiana, ya no era lo mismo.
Muchas personas se habían ido y entraban otras nuevas. Eso es ley
de vida en una congregación, pero el caso es que yo nunca volví a
sentir que Amistad era mi iglesia en el Señor. Por otra parte, yo
ya había empezado a estudiar la historia de la Iglesia así como
libros de teología, especialmente de anabaptistas. Intentamos
buscar una iglesia menonita y encontramos una pero estaba en
Torrejón, a varios kilómetros de Madrid y además nos dimos
cuenta que nos resultaría casi imposible integrarnos en un grupo
que ya llevaba muchos años funcionando. Lo cierto es que nos
estábamos convirtiendo en cristianos sin iglesia para
congregarnos. Mi “iglesia” empezaba a ser los libros y mis charlas
con otros hermanos de diferentes congregaciones. En no pocas
ocasiones asistí al culto de la iglesia reformada que está situada en
Vallecas, un barrio de Madrid. Me unía una buena amistad con el
pastor pero yo estaba muy lejano teológicamente del calvinismo.
Fue por entonces, hace ya más de cinco años, cuando empecé mi
odisea en Internet. Al principio me dediqué a participar en los
chats de GCN, una de las más famosas webs de chat cristiano en
todo Internet. Dado que mi inglés es bastante aceptable, conseguí
hacer buenas amistades a través de ese medio. Fue unos pocos
meses después cuando descubrí los foros cristianos -también en
inglés- en la red. Aquello era muy diferente de los chats porque la
gente tenía tiempo de preparar las respuestas en los debates. Tras
una experiencia en Internet que no puedo contar porque afecta a
otras personas, me alejé del Señor. De nuevo, Él me dio otra
oportunidad. Quizás fue entonces cuando más cercana he visto la
realidad de que la salvación es algo que se puede despreciar y
tirar por la ventana. Sé que hay hermanos que no creen que tal
cosa pueda ocurrir pero yo cuento lo que he vivido. Tras
experimentar el perdón y el poderío de la gracia de Dios en mi
vida, volví a reiniciar mis andanzas cibernéticas en webs
cristianas. Encontré la web de Atrevete (www.atrevete.com) en la
que había foro y chat. Pero Atrevete estaba más orientada a la
juventud y adolescencia cristiana que hacia las charlas y los
debates serios. A los pocos meses encontré un Foro que habría de
ser muy importante en mi vida. Es el Foro del Reino de Dios
(http://forums.delphi.com/elreino/), dirigido entonces por el
hermano Carlos Devetac. En el Foro del Reino de Dios he dedicado
muchas horas de mi vida en los últimos 4 años y medio. En una
primera fase me vi en vuelto en una polémica muy agria con un
pastor de Elim. No fue nada edificante aquel debate. Luego empezó
uno de los debates más fructíferos de mi vida bajo el epígrafe
“Iglesia católica". A los pocos días de iniciado el diálogo apareció
por el Foro del Reino Fray Nelson Medina O.P, con el cual
mantuve un cruce de mensajes -o como dice él, de epístolas- que
superó los trescientos. Por supuesto otros hermanos participaron
también en el mismo debate y entre todos conseguimos, no sin
dificultades, discutir sin pelearnos ni tirarnos los trastos a la
cabeza aunque de vez en cuando se colaba alguien -o católico o
evangélico- que lograba enrarecer el ambiente. Desgraciadamente,
hoy ese foro se ha convertido, por la irresponsabilidad de su
dueño, en el refugio de un personaje siniestro que, aunque dice ser
evangélico, lo cierto es que se ha dedicado a amenazar e insultar a
cristianos de verdad.
En un principio, el debate con Nelson giró alrededor de la
importancia de la Palabra y su relación con la Comunidad que
vive esa Palabra. Mucho medité en esa primera parte de nuestro
debate. Creo que buena parte de “culpa” de la decisión que tomé a
posteriori tiene sus raíces en el análisis que hice sobre ese aspecto
tan importante que es la Palabra de Dios y la Iglesia. Cristo es el
Logos de Dios, la Palabra. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Ni la
Iglesia puede vivir sin la Palabra ni la Palabra encuentra su
verdadero sentido fuera de la Iglesia. Esa es mi posición actual.
Pero no adelantemos acontecimientos. Tras exprimir el debate
sobre Palabra-Iglesia hubo un parón de un par de meses en el que
pareció que todo lo que teníamos que decir ya lo habíamos dicho.
Creo recordar que fue en aquel momento cuando descubrí la Web
cristiana (www.iglesia.net). Si el Foro del Reino de Dios había
sido una bendición, la Web cristiana no lo fue menos. Parece
mentira pero tengo la impresión de que la época en la que el foro
de la web cristiana tenía el formato antiguo es una época muy
lejana, pero tan sólo ha pasado poco más de dos años y medio. Por
alguna razón que se me escapa, los debates en el Foro de
Iglesia.net fueron “diferentes” a los que mantuve en el foro del
Reino de Dios. Por decirlo de alguna manera, fui bastante más
beligerante dialécticamente en la Iglesia.net que en el Reino. Yo lo
achaco a que los temas que me tocó debatir en la web cristiana
fueron más “graves". Por ejemplo, se puede disentir acerca de los
detalles de la Segunda Venida de Cristo sin que por eso se vean
afectadas grandemente las bases de la fe cristiana. Sin embargo, si
se discute acerca de la Trinidad, sí se entra en un terreno clave.
Además, en el foro de Iglesia.net participaron personas de una
procedencia algo más variada, como es el caso de algunos ateos
como Stauros (Hernán Toro), con el cual tuve varios debates
realmente interesantes en los que defendí la inerrancia de la
Biblia.
El caso es que, entre debate y debate, y en buena forma por culpa
de ellos, yo estudié teología y la historia del cristianismo como
nunca hasta entonces. Pero aparte del estudio teológico e
histórico, hubo algo que empezó a pesar en mi alma como un
quintal de hierro. El hecho de que tantas personas tuvieran tan
diferentes opiniones sobre muchas doctrinas, me estaba llevando a
plantearme que algo no podía estar bien en todo eso. El Sola
Scriptura de los Reformadores es un lema muy bonito pero que
empieza a resquebrajarse cuando esos propios reformadores eran
incapaces de ponerse de acuerdo acerca de la interpretación de la
Scriptura. En otro nivel, los Foros estaban reproduciendo el
mismo problema. Empecé a ver que la fe cristiana, el credo,
dependía demasiado de lo que a Fulano o a Mengano le pudiera
parecer que era la verdad. Pongo un ejemplo. Sabemos que existen
protestantes que creen la doctrina “una vez salvos, siempre
salvos", mientras que otros consideran esa doctrina como algo
peligroso. Unos y otros se ufanan en proclamar que usan el Sola
Scriptura, pero no pueden ponerse de acuerdo. Sabemos que Dios
no es un Dios de confusión sino de orden. Ahora bien, alguno de
los dos bandos está enseñando algo que no es cierto. ¿Quién decide
quién tiene la razón?……
Empecé a meditar sobre cómo podemos llegar a saber en quién
reside la correcta interpretación de la Palabra de Dios. ¿Dónde
buscar primero? En la propia Palabra. Así me di cuenta de que en
Hechos 15, la Iglesia tuvo la primera gran reunión para tratar un
problema doctrinal que amenazaba con destruir los cimientos de
la propia obra de Cristo. Es decir, ¿cómo solucionaba la Iglesia un
problema doctrinal grave? Reuniéndose en un concilio en el que
participaba TODA la Iglesia representada por los apóstoles. Una
vez visto esto, para mí fue fácil el relacionar Hechos 15 con los
concilios ecuménicos que la Iglesia de Cristo celebró en los 8 siglos
siguientes para solucionar otros graves errores doctrinales que
amenazaban a la cristiandad. Cuando el arrianismo empezó a
negar la divinidad de Cristo, Nicea proclama la verdad acerca de
la naturaleza trina de Dios. Cuando tras Nicea empiezan a surgir
malinterpretaciones del símbolo de fe niceno y aparecen los que
negaban de alguna forma la divinidad del Espíritu Santo, la
Iglesia se reunió en Constantinopla para fijar más claramente el
credo universal. La Iglesia era, y es, columna y baluarte de la
verdad (1 Tim 3,15). Cuando alguien, utilizando su propio criterio
personal de interpretación de las Escrituras, atacaba esa verdad,
la Iglesia se reunía y fijaba los límites de esa verdad. Cabían dos
opciones: o la gran mayoría de los obispos cristianos estaban
equivocados, o quienes lo estaban eran aquellos a los que se
acusaba de herejía. Ahora bien, ¿a alguien se le ocurre pensar que
en Hechos 15 quienes estaban equivocados eran los apóstoles y el
Espíritu Santo y los que tenían razón eran los judaizantes? NO, a
nadie se le ocurre tal cosa. Bien, pues yo digo y afirmo que la
Iglesia de Hechos 15 era la misma que se reunió en Nicea, en
Constantinopla, en Éfeso, Calcedonia…. y el Espíritu Santo también
era el mismo. Esa Iglesia es la que supo discernir cual eran los
libros canónicos. Esa Iglesia fue la que supo crear un Credo que
sirve para definir quién es cristiano doctrinalmente o quién es un
hereje disfrazado de cristiano. Esa Iglesia fue y es la Iglesia de
Cristo. Evidentemente estoy intentando resumir lo que para mí fue
un descubrimiento gradual y progresivo. El día clave en el que
todo se me volteó fue cuando me di cuenta de que mi fe estaba
construida mucho más sobre mi propia percepción de la verdad
bíblica que en lo que la Iglesia de Cristo ha declarado acerca de la
propia Biblia. Yo iba derechito por el camino de fundar mi propia
iglesia, basada en la fe de Luis Fernando. Que esa fe coincidiera
en gran manera con la fe declarada por la Iglesia en sus concilios
universales no disminuía en nada la realidad de que yo era el que
juzgaba qué de bueno hay en esos concilios en vez de ser esa
Iglesia conciliar la que juzgaba qué de bueno hay en mi creencia
como cristiano. Llegaba el momento de la gran pregunta: ¿dónde
está esa Iglesia de los ocho primeros siglos?
Cuando me di cuenta de que la teoría Sola Scriptura no puede ser
válida, es hasta cierto punto lógico el que fijara la vista en la
Iglesia en la que yo me había criado. Roma, la sempiterna Roma.
¿Podía ser Roma la solución? No hace falta que diga que tras más
de 8 años como protestante en los cuales Roma había sido siempre
el gran enemigo a batir, la sola idea de volver a esa Iglesia era
poco menos que irónica. Yo, que había sido acusado de romanista
por determinados hermanos que no entendían el que en los
últimos meses no hubiese querido seguir por el camino del
enfrentamiento armado -en un sentido dialéctico- con Roma,
empecé a pensar que lo mismo estaba volviendo a ser católico. La
lectura de “Apología pro vita sua” de J.H Newman fue una clave
importantísima en este periodo de mi vida. Newman fue un
sacerdote anglicano que acabó pasando al catolicismo en el cual
llegó a ser cardenal. Lo curioso de Newman es que sabía entender
los errores del sistema anglicano en el que le tocó vivir pero, al
mismo tiempo, su anticatolicismo propio de los anglicanos, le
impedía dar el paso que finalmente acabó dando. Pero, al mismo
tiempo que leía la obra de Newman, me di cuenta de algo. Me
preguntaba porqué ese hombre ignoraba casi totalmente la
existencia de las iglesias ortodoxas. No encontré una respuesta
lógica a esa pregunta. Además, la Iglesia católica a la que se unió
Newman, creía yo, no era la Iglesia católica de finales del siglo
XX. Aquella Iglesia no tenía el dogma de la infalibilidad papal.
Tampoco el de la Inmaculada Concepción ni el de la Asunción.
Dado que en mi conversación con el padre Nelson Medina tuve que
analizar la base en la Tradición del dogma de la Imaculada
Concepción de María, yo sabía que ese dogma apenas había sido
discutido por la Iglesia durante los primeros 15 siglos. Y cuando se
debatió si María había sido concebida inmaculadamente, no
fueron pocos los teólogos que se opusieron a dicha doctrina. No
digamos nada del dogma de la infalibilidad papal. Para mí, que
había descubierto la Iglesia de los grandes concilios, era muy
importante el que cualquier nuevo dogma fuera aprobado por otro
Concilio Ecuménico y no sólo por una parte de la Iglesia.
En esos momentos no me quedó más remedio que mirar a Oriente.
¿Qué descubrí? Unas iglesias que en el último milenio no se
habían movido ni a derecha ni a izquierda en relación al Credo
cristiano declarado por los concilios universales. La Iglesia
ortodoxa era, y es, la gran desconocida en occidente. A pesar de
que muchos patriarcados tuvieron que convivir con una gran
mayoría musulmana que no era precisamente amiga del
cristianismo, se puede ver que esos cristianos no se lanzaron a la
locura de cambiar sus creencias para acomodarlas a la sociedad
en la que les tocó vivir. Pero aparte de las consideraciones
históricas sobre la supervivencia de algunas Iglesias ortodoxas, lo
que creí entender con claridad meridiana es que fue esa Iglesia la
que se mantuvo fiel cuando desde Occidente se quiso imponer un
cambio en el Credo Niceno. Cuando Carlomagno llegó al poder,
empezó una batalla teológica en la iglesia latina acerca de la
inclusión del término “filioque” (y del Hijo) en el Credo Niceno
para indicar la doble procedencia del Espíritu Santo. Podía
parecer una cosa sin importancia pero a mí me parecía
inaceptable el que la iglesia latina, encabezada por el obispo de
Roma, decidiera que podía cambiar el credo niceno sin someter
ese asunto a discusión en otro concilio universal. Eso a pesar de
que hubo papas romanos (p.e, León III) que se opusieron
firmemente a esa inclusión del filioque. Llegué la conclusión de
que la primera iglesia que decidió que ella solita podía cambiar el
credo cristiano fue la Iglesia de Roma. Ahora puede sonar gracioso
pero yo creía entonces que Roma fue la primera iglesia protestante
y, por tanto, era lógico el que cinco siglos después esa iglesia
sufriera la escisión de las iglesias protestantes. Mi concepto de la
primacía petrina no estaba muy desarrollado y no había reparado
en el hecho de que fue Roma, precisamente Roma, la que había
salvado a todo Oriente de sucumbir a las herejías cristológicas en
más de una ocasión.
Una vez bendecido con el convencimiento de que la Iglesia
ortodoxa era la que no se ha movido de sitio en el último milenio,
llegó el momento de enfrentarme con las cosas que no entendía de
esa Iglesia. Evidentemente estoy hablado de los iconos y del papel
de los santos y María. Por una parte yo sabía que mi pertenencia
a la ortodoxia no podía depender de mi juicio personal sobre esos
aspectos de la religiosidad ortodoxa. Si yo había aceptado el hecho
de que era la Iglesia la que juzga mis creencias y no al revés,
ahora no podía yo ponerme a juzgar, sin más, las doctrinas que
no aceptaba de esa Iglesia. Pero Dios sabía que me costaría mucho
dar el paso de unirme a una Iglesia en la que yo tuviera la
impresión de que se practicaba la idolatría de imágenes. Entonces
asistí por primera vez a un culto de la Iglesia ortodoxa griega en
Madrid. Para aquellos que nunca habéis asistido a un culto
ortodoxo os aseguro que eso es otro mundo. La liturgia ortodoxa
difícilmente puede compararse con una misa católica de media
hora. De momento, el culto según el rito griego dura una hora y
cuarto. Pero esa primera hora y cuarto a mí se me pasó volando.
No podría explicarlo con palabras pero desde ese primer culto yo
vivía toda la semana esperando que llegara el domingo siguiente
para volver a asistir a otro. ¿Porqué? No lo sé. Sólo Dios lo sabe.
Como me fue imposible el poder concertar una cita con el
sacerdote ortodoxo griego, un amigo me habló de otro sacerdote
ortodoxo, Teófilo Moldován, el cual se encarga de la Iglesia
ortodoxa rumana en España. Antes de seguir quisiera aclarar
algo. Me sorprendió gratísimamente la actitud de los fieles
ortodoxos ante los iconos. No vi nada que se puediera parecer a la
idolatría. Supuse que, como en todas partes, existirían ortodoxos
que tendrían una relación idolátrica con los iconos, pero me di
cuenta de que un ortodoxo que sintiera y viviese como algo propio
la liturgia divina, en la que se da un papel muy preponderante a
la pneumatología, difícilmente podría caer en la iconolatría. Y,
por si me quedaba alguna duda al respecto, todo me quedó aún
más claro el domingo que asistí al culto ortodoxo celebrado por el
padre Teófilo Moldován, presbítero de la Iglesia Ortodoxa rumana
en España . Si el culto griego duraba una hora y cuarto, la
liturgia que celebraba el padre Teófilo se prolongaba durante dos
horas largas. Aquello fue una experiencia inolvidable para mí. La
participación del personal en el culto ortodoxo rumano era más
activa. Los cantos, aunque apenas entendía la letra, me
parecieron preciosos. Nunca antes había sentido la sensación de
que el cielo se trasladaba a la tierra para que pudiéramos echar
un vistazo a lo que será esa gran liturgia eterna en el mundo
venidero.
Después del culto, hablé con la esposa de Teófilo y me dijo que no
podría atenderme bien en ese momento ya que varias personas
querían hablar con él para consejo pastoral. Teófilo se acercó a mí
y me dijo que al día siguiente por la mañana podríamos hablar
con más calma. Y así fue. Me encontré con un hombre que supo
escucharme y entender mi situación rápidamente. Sus consejos me
sirvieron de mucha ayuda y nunca podré agradecerle
suficientemente al Señor por haber puesto al padre Teófilo en esos
momentos de mi vida.
Me acuerdo que en una de las ocasiones en que hablé con el padre
Teófilo le dije algo que sentía como muy cierto y que resumo
ahora: “Cuando Dios me salvó del naufragio me aferré con todas
mis fuerzas a una balsa de madera para no ahogarme. En esa
balsa Dios me ha sustentado durante más de 8 años, no
permitiendo que me volviese a hundir. Pero una balsa de madera
va por donde le lleva la corriente. Puede permanecer en el océano
durante años y años sin llegar a ningún sitio. Dios no ha querido
que me quedara en esa balsa y ha hecho que un gran barco pasara
cerca de mí. Levanté mis brazos y pedí ayuda. Ahora estoy
subiendo por la escalerilla de ese barco. Sé que el barco tiene
como destino la tierra firme. Esa tierra no es otra que los nuevos
cielos y la nueva tierra que Dios nos ha prometido. A Dios doy
gracias por concederme el privilegio de ser miembro de la Iglesia
que él fundó hace 2000 años. Esa Iglesia es ahora fundamento y
columna de la verdad y de mi vida. Cristo es la roca y la piedra
angular. En Él confío”.
Llegó entonces el mes de octubre del año 1999. He aquí el texto por el
cual intenté describir lo que ocurrió entonces:
Y el Barco atracó en Puerto seguro
(22-10-99)
Hermanos, hoy puedo comunicaros con gozo que el barco llegó a
tierra firme. La travesía fue mucho más corta de lo que yo
pensaba. Llegué a puerto seguro. Y mirad cual fue mi sorpresa
cuando, según llegábamos al puerto, empecé a reconocer las calles
de la ciudad a donde nos acercábamos. Enseguida supe que había
vuelto a casa. Ese bendito barco, que siempre será mi barco, que
siempre estará entre las mayores bendiciones de Dios para mi
vida, me había devuelto al lugar donde encontré a mi Cristo,
cuando era pequeño. Me había devuelto a nuestra amada Iglesia
católica y romana. Católica porque es universal y formamos parte
de ella ciudadanos de todos los países. Romana porque fue en
Roma donde los dos grandes apóstoles, Pedro y Pablo, entregaron
sus vidas en martirio, como muestra y ejemplo del camino a
seguir por los que amamos al Señor.
¡Ay, hermanos! ¡Qué bonito es andar por las calles donde uno se
ha criado! ¡Qué bonito es recordar los momentos en que uno daba
sus primeros pasos en el camino de Cristo! ¡Recordar esa primera
comunión mientras vuelvo a tomar el cuerpo precioso de nuestro
Salvador entre mis labios! ¡Recordar las enseñanzas de esa madre
que me trajo al mundo mientras otros hermanos dan testimonio de
lo mucho que ella les ha ayudado a entender cómo enfrentar al
sufrimiento y a la enfermedad! ¡Recordar a aquellos seminaristas
que tenían el fuego de Dios en sus corazones mientras contemplo
como ese fuego sigue presente en un hombre de Dios, sacerdote,
que a sus 60 años sigue contagiando el amor de Dios a quienes le
rodean! ¡Recordar aquel momento en que mi padre se encerró en
mi habitación para orar conmigo por Juan Pablo II, que acababa
de sufrir un atentado, mientras ahora puedo seguir contemplando
el resultado de esas oraciones en la persona de nuestro Pedro a
finales de siglo, en nuestro apóstol que sigue incansable su
ministerio de pastorear el rebaño de Cristo! ¡Recordar la dulzura
de nuestra bendita Madre Santa María mientras ahora vuelvo a
contemplar su ejemplo y su amor por su Hijo en las Escrituras!
¡Alabado sea Dios Padre que me ha permitido volver a su casa!
¡Alabado sea Jesucristo que me perdona por todas esas veces en
que he sido profundamente injusto al condenar a su Iglesia por las
cosas pasadas! ¡Alabado sea el Espíritu Santo que ha transformado
mi ser, limpiándolo de orgullo y de sabiduría humana para
devolverme al estado de la infancia espiritual, en la que me queda
tanto por aprender y gozar de sus misterios a la luz del Magisterio
de su Amada Iglesia!
Quiero dar gracias públicamente a un hombre de Dios, a un padre
espiritual que ha sabido ser paciente conmigo y que sé que ha
derramado más de una lágrima y muchas oraciones antes de
poder contemplar lo que ahora están viendo vuestros ojos. Quiero
darte gracias a ti, hermano Nelson, amado hijo de Dios, por haber
sido siervo fiel a Dios, el cual te ha usado para ayudarme en la
travesía de vuelta a casa. Cuando estaba en la balsa me dijiste que
buscara el barco. Cuando me viste en el barco, oraste a Dios para
que me devolviera pronto a casa. Y cuando el barco ha atracado,
has estado al pie de la escalerilla de bajada a tierra firme para
darme la bienvenida y mostrarme de nuevo las preciosas calles de
nuestra Jerusalén, de nuestra Iglesia. Y como dice la Escritura “El
que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena
al que lo instruye.” (Gal 6,6), así te he hecho partícipe de esta
bendición tan grande que Dios me ha dado al volver a nuestra
amada Iglesia. Dios te bendiga por todo lo que has hecho conmigo
y con los míos.
En el amor de Dios Padre, en la bendición de Jesucristo y en la
presencia del amado Espíritu Santo os dejo.
En Cristo y en su bendita Iglesia, que es la de todos vosotros,
Luis Fernando.
A las pocas semanas, me tocó comunicar las buenas nuevas en el Foro
del Reino de Dios, aquel en el que tanto debatí con el padre Nelson.
Estas fueron las razones que expuse en dicho foro:
Testimonio en el Foro del Reino de Dios
(13-11-99)
Bien, antes de anunciar la decisión tomada por mi esposa y yo
mismo, quiero aclarar algo. No es fruto de ninguna crisis. Más
bien todo lo contrario.
El caso es que desde hace algo más de un mes Lidia y yo,
conjuntamente, hemos decidido volver a la Iglesia católica. Podría
exponer muchas razones de tipo teológico, personal y hasta
pragmático pero prefiero ser breve en este mensaje, así que voy a
intentar resumir todo en unos pocos puntos:
1- Yo no “abandono” la Iglesia Ortodoxa. La sigo sintiendo como
MI Iglesia y pienso seguir avanzando en el conocimiento de los
inmensos tesoros que están guardados dentro de ella. De vez en
cuando asistiré a las liturgias tanto en rumano como en griego y
eslavo porque, por encima de la problemática del idioma, uno
puede apreciar y disfrutar de la presencia de Dios en medio de
esas celebraciones litúrgicas. Dudo que en mucho tiempo yo pueda
encontrar una actitud tan reverente por lo sagrado y lo divino
como la que he encontrado entre mis hermanos ortodoxos en
España. Esa experiencia personal estará siempre conmigo y Dios
sabe lo mucho que me ha ayudado en estos últimos meses. Ahora
bien, era muy evidente que mi familia no podría seguirme en el
camino emprendido por mí. En un principio me pareció que tal
cosa era posible si en breve tiempo se podía adaptar la liturgia al
español pero he visto que tal deseo es irrealizable en los próximos
años. Evidentemente yo no podía ni quería empujar a mis hijos y
a mi esposa a una situación así.
2- Desde antes incluso de mi ingreso en la Iglesia Ortodoxa yo tuve
la sensación de que Lidia, mi esposa, no sólo no pondría ningún
reparo a un posible regreso nuestro a la IC sino que estaría
decidida a hacer tal cosa con la mayor de las alegrías. Ella, que
no es una persona que esté interesada en las polémicas doctrinales
sino en vivir el cristianismo de la forma más sencilla posible (a la
vez que comprometida) siempre me dijo que lo importante no es a
qué iglesia se pertenezca sino a qué Dios servimos. En ese sentido,
mi esposa ha sido el complemento perfecto para mí, que soy
demasiado “teólogo” y necesito que alguien me baje de las nubes a
la realidad práctica de la vida cotidiana en Cristo. Por eso, cuando
yo la pregunté si me acompañaría en un hipotético regreso a la IC,
me dio un sí inmediato y rotundo.
3- Como todos sabéis, yo he sido en este foro (y en otros) una de
las personas que más labor de apologética anti-católica ha
realizado. Desde el sistema sacramental, el jerárquico, hasta
dogmas como el de la perpetua virginidad de María, su
Inmaculada Concepción, infalibilidad papal, etc; todos esos temas
han sido discutidos por mí desde una perspectiva evangélico-
radical (medio cuáquero, medio menonita). Cuando llegué a
entender el papel fundamental de la Iglesia como columna y
baluarte de la verdad, muchas de mis objeciones a gran parte de
esos dogmas se vinieron abajo. Con anterioridad ya me había dado
cuenta de que el lema “Sola Scriptura” era algo no sólo antibíblico
sino sencilla y llanamente falso, ya que las tradiciones
interpretativas llegaban a ocupar en las iglesias protestantes un
papel tan fundamental o más que el papel de muchas tradiciones
populares en las iglesias tradicionales. La evidencia de que la
Iglesia que Cristo quería era una Iglesia unida y no dividida en
miles de denominaciones diferentes también fue una clave para
que yo entendiera que el cristianismo evangélico, con todas sus
cosas buenas, con todo el amor por la Palabra y por el fervor
misionero, no era SUFICIENTE. No digo que no sea suficiente para
la salvación de sus miembros porque tal cosa está asegurada por
la fe en Cristo Jesús, pero desde luego el sistema eclesial
protestante es todo lo contrario a lo que Cristo expresó en el
evangelio de Juan y a las indicaciones de los apóstoles. Si a eso le
unimos la nula autoridad apostólica existente en la inmensa
mayoría de las denominaciones protestantes, lo cual impide una
batalla efectiva y real contra las nuevas herejías que están
surgiendo en nuestro días, la cosa queda, al menos para mí,
bastante clara: La solución para el mundo no creyente no puede
ser la ofrecida por unas iglesias que no mantienen una sola fe, ni
tienen un solo bautismo y que no poseen una sucesión apostólica
de acuerdo a la instituida por Cristo y sus apóstoles y mantenida
por la Iglesia a lo largo de siglos. Sé que muchos no estaréis de
acuerdo con nada de esto y conozco vuestras razones porque yo
mismo las he mantenido. Si alguna ventaja(¿?) poseo hoy sobre
muchos hermanos es que yo sé cómo piensa un protestante y sé
cómo piensa un cristiano que pertenece a la Iglesia que es
heredera de la del primer milenio. Y entiendo que la solución
para el cristianismo del tercer milenio no es el ejemplo de la
iglesia de este milenio que acaba sino la del primero de nuestra
era.
4- Un detalle que considero muy importante y que ha despejado de
forma muy decisiva mi camino de vuelta a casa (mi primera casa
fue la IC) es la evidencia de que el dogma cristiano está en
constante evolución desde el primer siglo hasta que Cristo vuelva.
No se trata de que la revelación de Dios necesite de cosas
totalmente nuevas sino que es más bien una evolución en el
conocimiento de verdades que han sido depositadas por Dios en su
Iglesia, la cual es la que anuncia la MULTIFORME sabiduría de
Dios en los lugares celestiales. En ese sentido, lo que para mí era
un elemento esencial en mi acercamiento a la IO ha sido, justo en
el sentido contrario, el elemento que me ha llevado a ayudarme
en el regreso a la IC. La IO es el exponente más claro de la
conservación de una tradición recibida y fructificada en el primer
milenio del cristianismo. Pero en estos últimos siglos se ha
limitado, salvo alguna rara excepción, a conservar eso que ha
recibido. Dado que es evidente que hubo una ENORME evolución
dogmática en la fe cristiana del primer milenio (p.e le evolución
dogmática trinitaria y cristológica) no hay ninguna razón de peso
para suponer que tal evolución paró su camino tras el Cisma. Y el
cristianismo occidental tomó el relevo en el liderazgo de seguir
buscando nuevas fórmulas de replanteamiento del credo cristiano.
Este es un tema muy complejo y delicado, por lo cual sólo quiero
dejar pergeñado lo esencial de mi argumento, pero seguro que
muchos de vosotros sabéis comprender lo que digo.
Dios os bendiga
—-
Hasta ahí, la historia de mi regreso al catolicismo, tal y como la escribí
al poquito de ser readmitido en la Iglesia. Os dejo con un último texto,
escrito dos años después. Es decir, allá por el 2001. Refleja más o
menos lo que ocurrió en mi familia durante ese periodo:
Han pasado ya casi dos años desde nuestro regreso a la Iglesia
Católica. Años de mucha lucha interior, de mucha controversia
con protestantes evangélicos, de muchos cambios a nivel familiar.
Lidia y yo nos casamos por la Iglesia el 11 de diciembre del 1999,
el mismo día en el que bautizamos a nuestro hijo Juan, que
acababa de cumplir 5 años. Aunque estábamos casados por lo civil
desde el año 1988, no habíamos considerado imprescindible el ser
“re-casados” en nuestro paso por Amistad Cristiana, aunque tal
posibilidad fue tomada en cuenta seriamente en alguna ocasión.
Sin embargo, al volver a la Iglesia Católica, nos pareció
imprescindible consagrar nuestra unión a través del sacramento
del matrimonio. El Señor quiso bendecirnos inmediatamente con
el regalo de otro hijo. Y, para mayor alegría nuestra, el bebé
resultó ser una niña, lo cual colmaba nuestros deseos. El
embarazo de Lidia no fue fácil ya que sufrió amenazas de aborto y
finalmente la niña nació prematura, aunque sana. Su nombre es
Rut y actualmente es la felicidad de nuestra casa. Además de la
nueva hija, el año pasado tomamos una decisión muy importante.
Decidimos dejar Madrid para venirnos a vivir a la provincia de
Huesca, en Aragón. Aquí esperamos servir al Señor y a su Iglesia
durante el resto de nuestros días, aunque siempre siendo
conscientes de que los caminos del Señor son inescrutables y
nunca se sabe a dónde nos puede llevar su voluntad.
Si algo más tengo que agradecer al Señor en estos cinco es el amor
que ha puesto en mi corazón por la Iglesia. Los sacramentos,
especialmente la Eucaristía, se han convertido en la fuente de
gracia a la que acudo con gusto siempre que puedo. Me acuerdo de
mis tiempos de ignorancia respecto a la vida sacramental cuando
era evangélico y doy gracias al Señor por haberme librado de esa
necedad, por la que yo consideraba el sacramento como algo
pseudo-gnóstico y pagano. ¡Cuántas tonterías llegué a decir acerca
de los “mysterion” cristianos siendo protestante! ¡Cuánta
bendición encuentro en ellos ahora!
No puedo por menos que hacer una mención especial al
sacramento de la Eucaristía. He tenido el privilegio de tomar la
comunión en las dos especies en varias ocasiones, pero sobre todo
he sentido en muchas ocasiones la necesidad de comulgar no sólo
los domingos y días de precepto sino también a diario. Creo que
por mucho que se intente explicar teológicamente la esencia de la
Eucaristía católica, nada ni nadie puede describir a la perfección
en qué consiste esa comunión del creyente con el cuerpo y la
sangre de Cristo. Comunión que nos ilumina y nos abre los ojos
como a esos dos hombres del camino de Emaús, que no pudieron
reconocer a Cristo hasta que Éste partió el pan, en clara referencia
al misterio eucarístico. No conozco ningún gran santo de nuestra
Iglesia que no haya tenido un profundo amor por el Cristo
presente en la Eucaristía. Es a través de este sacramento cuando
Cristo es realmente Emanuel, Dios con nosotros y en nosotros. Es a
través de este sacramento como Cristo cumple su promesa de estar
con nosotros hasta el fin del mundo. Eucaristía, alimento divino
que nos renueva para la vida eterna.
Podría incluir en este testimonio, para ir finalizando, todas las
circunstancias desagradables a las que nos hemos tenido que
enfrentar Lidia y yo tras nuestro regreso a Roma. Pero, ¿para
qué? ¿qué sentido tendría el hablar detenidamente de las
presiones, amenazas, chantajes, burlas, desprecios, infamias y
calumnias que hemos tenido que soportar por parte de algunos
que se autodenominan cristianos evangélicos? No, creo que no es
necesario entrar en detalles, ni dar nombres. Sólo quisiera aclarar
un par de cosas. Primero, que a pesar de esa gente, no han sido
pocos los evangélicos que han respetado nuestra decisión e incluso
nos han defendido de los ataques de sus “hermanos en la fe”. A
estos verdaderos hermanos en Cristo les doy las gracias por su
honestidad y su amistad. Segundo, quiero decir que todos y cada
uno de esos ataques, chantajes, presiones, etc, que hemos recibido,
han servido para reafirmarnos cada vez más en la fe de nuestra
Iglesia. Estoy plenamente convencido que la actitud de esos
fundamentalistas evangélicos traerá como fruto el que mucha
gente imparcial que no tenía simpatía por la Iglesia Católica,
empiece a ver las cosas de forma diferente, ya que es imposible
quedar impasible cuando se ve el odio visceral que demuestran
esos “cristianos” hacia todo lo que huela a catolicismo. Una cosa
es el no estar de acuerdo con muchas de las doctrinas católicas y
otra muy distinta el odio que toma por excusa esas diferencias
doctrinales. El Señor, que conoce y discierne las intenciones del
corazón, sabrá juzgar justamente todas esas actitudes.
Poco más que queda por decir. Deseo que el Señor me ayude a ser
un buen cristiano en la parroquia a la que estamos adscritos.
Mucho trabajo queda por hacer en la Iglesia de Cristo en España.
Necesitamos obreros y vidas entregadas a la vocación religiosa de
servicio a Dios en su Iglesia. Sólo pido a Dios salud y energía
suficientes para poder servirle durante el resto de mis días.
Eso es todo, amigos. Espero que no os haya aburrido mucho.